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MEDICOS ROMANOS
Médicos romanos del Siglo I: Celso y Dioscórides
Celso
(Aulus Cornelius Celsus). De su vida se sabe muy poco, era un patricio culto e inteligente, del que solo se conserva una obra, el tratado “De re medica”, que formaba parte de su obra enciclopédica “De artibus”, (Sobre las artes). Es uno de los tratados médicos más completo de los que se conserva de la antigüedad.
Parece que Celso no era médico de profesión, pero que había aprendido medicina. Son numerosas sus observaciones originales, entre ellas, la descripción del cuadro clínico de la apendicitis, este diagnóstico no volverá a aparecer aparecerá en los registros de mortalidad hasta 1880.
Celso afirma: en verdad los signos de la inflamación son cuatro: tumor y rubor con calor y dolor.
Dice en el “Proemio” de su obra que “La ciencia de la salud era considerada originalmente parte de la filosofía, de manera que tanto la cura de las enfermedades como la contemplación de la naturaleza nacieron entre las mismas autoridades”.
El libro de Celso es básicamente hipocrático pero aprovecha también conceptos alejandrinos. Está dividido en tres partes, según la terapéutica utilizada: dietética, farmacéutica y quirúrgica. Por lo que divide con criterios hipocráticos las enfermedades según su tratamiento, las que pueden mejorar con la dieta, con fármacos y las que precisan de cirugía.
Celso critica tanto a los empiristas como a los metódicos metodistas, porque unos pretenden curar todas las enfermedades con fármacos, otros lo pretenden solo con dieta y ejercicios.
Afirmó que existe una fuerza curativa natural en el cuerpo humano y recomienda, para protegerse de las enfermedades, una vida de acuerdo con las leyes de la Naturaleza. Concede gran importancia a la hidroterapia, de la se ocupa por extenso, de manera tal que se le ha considerado el primero en establecer indicaciones correctas para muchas de sus aplicaciones.
Siguiendo su tendencia hipocrática, entre las causas de las enfermedades menciona las estaciones, el clima, la edad del paciente y su constitución física. Los síntomas como fiebre, sudoración, salivación, fatiga, hemorragia, aumento o pérdida de peso, dolor de cabeza y muchos otros, se analizan desacuerdo con esta tradición.
Las medidas dietéticas e higiénicas que recomienda Celso son de carácter hipocrático: ejercicio moderado, viajes, estancias en el campo, abstención de ejercicios violentos, de relaciones sexuales y de bebidas alcohólicas.
También habría que evitar cambios bruscos en la dieta o cambiar de clima, y tomar medidas para bajar de peso (purgas frecuentes, baños en agua salada, menos horas de sueño, gimnasia y masajes), las recomendaciones dietéticas por su parte, ocupan la mitad del segundo libro.
También se ocupa de la cirugía, que ocupa dos libros, donde recomienda que el cirujano sea joven, con mano firme que no le tiemble, que sepa usar ambas manos, visión aguda y clara, y espíritu impasible. Con verdaderos deseos de curar al paciente, pero sin conmoverse por sus quejas.
Celso expone el manejo de las heridas e indica que las dos complicaciones más importantes son la hemorragia y la inflamación, es decir, la infección. Para la hemorragia recomienda compresas de lino, que deben cambiarse varias veces si es necesario, y si la hemorragia no se detiene, entonces aplicar vinagre en las compresas. Si todo esto falla, hay que localizar la vena que sangra, atarla en dos sitios y seccionar entre las ligaduras. Por último recomienda aplicar a la herida distintos medicamentos elaborados con diferentes compuestos entre los que se encuentran acetato de cobre, óxido de plomo, mercurio, o carbón.
Dioscórides: Punto de partida de la farmacología
Pedacio Dioscórides Anazarbeo. De su vida se sabe muy poco, los escasos datos que nos han llegado provienen de la carta que precede a su tratado como prefacio y también como dedicatoria a su amigo Ario, médico de Tarso.
Fue médico del ejército romano en tiempos de Claudio y de Nerón. Esta situación le proporcionó la oportunidad de viajar y conocer diversas provincias del Imperio Romano y reunir sus propias observaciones sobre los conocimientos que había recibido de sus antecesores. Ejerció de médico y de botánico.
Escribió una obra en cinco volúmenes, titulada “De Materia Medica”, precursora de la moderna farmacopea. El texto describe aproximadamente unas 600 plantas medicinales, 90 minerales y otras 30 sustancias de origen animal. Este libro tuvo amplia repercusión durante la Edad Media y el renacimiento, tanto en su original griego como en otras lenguas, tales como el latín y el árabe y fue utilizado prácticamente sin interrupción hasta el siglo XVIII.
Médicos romanos (Siglo II): Rufo, Sorano y Areteo.
Los tres médicos más importantes de esta época, antes de Galeno, fueron Rufo de Efeso, Sorano de Efeso y Areteo de Capadocia.
Rufo de Efeso.
Ejerció a comienzos del siglo II, primero en Alejandría donde aprendió en las escuelas médicas alejandrinas, luego pasó a Roma en tiempos de Trajano. Escribió unas 40 obras. Hizo algunas descripciones notables, como la del cristalino del ojo, o la de los nervios y una descripción del corazón derivada de la de Erasístrato. Estudió con detalle la lepra o la peste.
Por último, efectuó interesantes observaciones acerca de los trastornos psíquicos. Fue el primero que asoció la melancolía con un grado limitado de locura: Afirmaba que quienes la padecían estaban abatidos, tristes y llenos de miedos. Sus signos principales eran el miedo y la duda como única idea engañosa, siendo el resto normal. La consideraba como uno de los rasgos de la vejez, siendo más corriente en los hombres.
Diferenció entre melancolía natural y melancolía adusta, también llamada melancolía antinatural o bilis negra ardiente, y se originaba en un factor externo que afectaba al cuerpo, como por ejemplo, una mala dieta.
Tuvo gran importancia en el pensamiento médico, ya que su obra fue retomada por Galeno y los árabes del S. IX.
Sorano de Efeso.
Ejerció su profesión como médico romano en el siglo II, en tiempos de Trajano y Adriano. Era un hombre culto, como médico pertenecía a la escuela metódica aunque próximo también a los empíricos, fue un gran anatomista, pero sobre todo fue el más notable ginecólogo de la antigüedad. Escribió una biografía sobre Hipócrates, de la que se conserva un fragmento.
Escribió unas 30 obras, pero es conocido, sobre todo, por su libro “Sobres las enfermedades de las mujeres”, de la que conservan algunas partes. La primera parte está dedicada a las comadronas, a las cualidades físicas y espirituales necesarias para el ejercicio de la profesión. Luego trata brevemente la anatomía de los órganos sexuales femeninos, sus funciones, la menstruación, concepción y embarazo y de las posiciones del feto. Habla después de la fisiología del parto, de la asistencia de éste y de los cuidados del recién nacido.
Describió en detalle varias enfermedades de la mujer y propuso terapias moderadas, a diferencia de la escuela de Cnido.
Areteo de Capadocia.
De su vida se sabe muy poco, pero es probable que coincidiera, en buena parte, con el gobierno del emperador Trajano. Según algunas anotaciones dispersas en sus escritos parece ser que en vivió en Egipto durante algún tiempo, instalándose posteriormente en Roma, probablemente, hasta el momento de su muerte.
Se conocen dos tratados de su obra, dedicados a las enfermedades agudas y crónicas, uno sobre las causas y los signos y el otro sobre su tratamiento. Describe los síntomas de una serie de enfermedades y trata de buscar las causas externas e internas al enfermo y formular luego un remedio adecuado, por ejemplo de la tuberculosis o la neumonía.
Son de especial interés los capítulos dedicados a la epilepsia, la enfermedad sagrada o las descripciones detalladas del cuadro tetánico, también detalló la contracción y dilatación de la pupila.
Hizo ciertas aportaciones interesantes a la neurología, clasifica el dolor de cabeza en cefalalgia, cefalea y migraña (la primera descripción inequívoca). Describió el aura epiléptica, e hizo una descripción de una crisis del lóbulo temporal con aura olfatoria.
Areteo prefiere remedios dietéticos, antes que farmacéuticos y aunque en teoría pertenecía a la escuela pneumática, siguió también la teoría hipocrática de los humores o la anatomía de los alejandrinos, se puede considerar que siguió un cierto eclecticismo.
Sus escritos médicos gozaron de bastante prestigio en su época y ejercieron una gran influencia posteriormente.
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